miércoles, 12 de enero de 2011

La super lupa de Sherlock Holmes

Menos mal que se te ocurrió traer la super lupa que le pedimos prestada a Sherlock Holmes Semejante perla no puede dejarse pasar como si fuera paja en cualquier pajar. Resulta complejo adivinar como y que aventuras corrimos con nuestro apreciado amigo.



Desplegar nuestros recuerdos para contar las aventuras que vivimos con Sherlock  puede producir aspavientos en cualquier mente que por sana se tenga y es una labor, que desde luego, hay que acometer pero  y ¿La lupa? esa lupa que es por si sola material de cuentos y que posiblemente tod@s quiera saber de sus maravillosos poderes o los secretos que oculta, no en vano, siempre que la situación se muestra compleja es el primer artículo del que nos acordamos y de seguro contamos que no salimos con la mochila si en ella no valla escondida en un apartado secreto que cosimos con nuestras manos para que fuera imposible que de allí se moviera. 


Que de  Sherlock no tenemos "La lupa" y que sólo tenemos una de ellas queda algo confuso pero baste contar que tuvo más de una porque  sería un poco ingenuo pensar que no fue así, solo hay que comprobar lo difícil que es sostener atado a tu muñeca un paraguas cualquiera ¿Quien no intento semejante proeza desistiendo cuando fueron quinientos los que se fueron a dar una vuelta y nunca volvieron hasta tu muñeca? La lupa es mucho más pequeña y si a mi me preguntaran diría que si no tienes un apartado secreto cosido con tus manos en tu mochila vieja podríamos estar buscando siempre esa dichosa lupa.  De ella no sacamos el pensamiento deductivo, no sería útil en esta época cuando hay cursos y series que repiten en televisión para que aprendamos a usar de semejante herramienta. 


Descubrir el secreto nos implicó en miles de aventuras en apariencia funestas que vivían perplejas y sin solución guardadas en un cajón a la espera sin descanso de que encontráramos el final que las acabara en fiestas. No es tan fácil encontrarse con un problema y dar por satisfecha una hipótesis cualquiera que permita dibujar paisajes nuevos así que encontrarnos con Sherlock colgado boca abajo del botecito que guarda la lágrima de Pierrot empeñado en encontrar las vueltas que abrirían la posibilidad de curar sus malas de amor, fue una suerte para él, que buscaba curar un mal de amor que le tenía envuelto en soledades eternas y para nosotros, que terminamos en posesión de esta lupa nos es útil porque ella nos ayuda a cambiar el punto de vista de cualquier asunto complejo para poder dar solución más cierta y evitar los rodeos que obligan a inventar hipótesis con la mitad de la información. 


De Sherlock contar que saber sabemos a través de su perfil en Facebook pero aconsejamos al lector no lo busque aún a pesar de que se halla empapado de las 50 mil repeticiones de los capítulos de CSI, a no ser que, pudieran adivinar el carácter tranquilo que ha dado a su vida después de que sopláramos sobre su cabezota una ínfima gota de la lágrima de Pierrot. O no darían crédito al cambio tan fulminante producido en un señor que siendo un viejo solitario dispuesto a encontrar solución allí donde no la hay, ahora, disfrazado de feliz padre de familia se dedica a descifrar los entresijos del encriptado trabajo de un SEO, creyendo que con esta hazaña y colgando tres vídeos en un canal abierto de Youtube podrá ayudar a millones que andan perdidos entre un Adsense, un Adwords y un Analityc cualquiera.


Es una lupa espléndida la que tenemos encarcelada en un apartado secreto cosido a mano en nuestra mochila vieja y solo queda desvelar que para que Sherlock se deshiciera de ella, en realidad no hicimos gran cosa más que descolgarle suavemente del bote donde guardamos la lágrima de Pierrot para escuchar, escuchar, escuchar historias y aquí tod@s sabemos que escuchar y contar son acciones que para nosotros más que un trabajo, resulta un placer que nos causa sosiego porque somos capaces de ver los hilos que quedan sueltos para inventar infinitos cuentos.


Y tú, viejo amigo, saca ahora el paraguas porque colgados de el nos vamos a dar una vuelta para refrescar la cara, que con tanta elucubración, se te ha enroscado la perilla al borde de la esquina y hasta allí debemos acercarnos para ir desatándola despacio, despacio.

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